Esta iba a ser una entrada sensible, sin duda, llena de contenido poético. Una experiencia pseudodadaísta, pero sin llegar al extremo de apuñalar el monitor de la computadora. Como el guitarrista heavy que, poco heavy, se lamenta llorando por haber estampado su única guitarra con el altavoz en un idilio emulador de sus ídolos. Yo no soy seguidor de Tzara, pero decidí escribir el otro día sobre la Belleza, así, con mayúsculas. Y apunté en el papel que tenía más a mano dos números que buscaría en Google: el primero en la búsqueda normal de páginas y sitios web; el segundo, en la búsqueda de imágenes. Realicé la experiencia, pero mis resultados no fueron los esperados. He vuelto a repetir y ved lo que me he encontrado: no es que esperase encontrar algo maravilloso. Quizá, incluso, pudiese acceder a la sicalipsis, que es una palabra bella en forma y contenido. Pero no: enfemenino.com con un contenido gráfico y textual muy apartado de la Estética en el sentido que yo buscaba. Buceando ya en el antes y el después, imposible encontrase con lo Bello. La búsqueda de imágenes no me deparó tampoco ninguna satisfacción, por más que aparezca una belleza presunta (o presuntuosa, no sé) en algo que mi abuelo llamaría, entre escandalizado y encandilado "paños menores" y nosotros nos limitamos a llamar, acostumbrados, bikini.
Pensé después que, desaparecida la Estética filosófica del mundo, o del mundo cibernético, que parece ser ya una fiel representación del primero, como aquello del haz y el envés de la hoja (otra palabra bella, envés), lo mejor era mandar esta entrada al carajo. Pero me había prometido escribir hoy quince minutos y he decidido perseverar. No miraré la referencia número siete, sino la página de referencias con este numerito de la suerte. Mi primera entrada ilumina la esperanza: Belleza en frío. Me gusta. Como una Sinfonía número tal-tal en la mayor. Título sugerente, sí señor, a no ser que esconda productos para crioterapia y termoterapia, palabras muy feas. Y la animación Flash, para echarse a temblar. La segunda, Una belleza nueva. Abro la página, pero no la entiendo y no me gusta. Soy un clásico y no me gustan las nuevas bellezas. Bueno, sí. Keira Knightley, la de Quiero ser como Beckham y Piratas del Caribe (1, 2 y 3). Pero ahora ya estoy en el bucle de la contradicción: quería indagar sobre la Belleza y, al final, hablo de chicas guapas. Muy típico. Y, después, otra entrada prometedora pero que asusta: un PDF titulado, ni más ni menos, La Ciencia como búsqueda de la Belleza, de Antonio Ruiz de Elvira, del Departamento de Física de la Universidad de Alcalá. Ahí va eso: ahora me veo en el trance de tener que leerlo, porque parece que todo esto iba en serio. Trata de conciliar la dicotomía ciencias-letras. No lo leo entero: empieza a poner a parir a Hegel nada más empezar y eso no se lo consiento. Así de arbitrario, pero es que creo que no entiende del todo al alemán, que es mucho filósofo. Para mí, desde luego, pero creo que todo el mundo.
Estoy escribiendo estas líneas un par de días después de haber iniciado el asunto. Pero las entradas van y vienen, y ya casi nada está en su sitio. Haced la prueba. Yo, lo juro, no lo vuelvo a intentar. Si quiero llegar a la Belleza en Internet, iré a lo seguro y buscaré cuadros de uno de mis pintores favoritos, Piet Mondrian, del cual, en otra ocasión, contaré una bonita historia. O dos, pero no pequeñas.
Pensé después que, desaparecida la Estética filosófica del mundo, o del mundo cibernético, que parece ser ya una fiel representación del primero, como aquello del haz y el envés de la hoja (otra palabra bella, envés), lo mejor era mandar esta entrada al carajo. Pero me había prometido escribir hoy quince minutos y he decidido perseverar. No miraré la referencia número siete, sino la página de referencias con este numerito de la suerte. Mi primera entrada ilumina la esperanza: Belleza en frío. Me gusta. Como una Sinfonía número tal-tal en la mayor. Título sugerente, sí señor, a no ser que esconda productos para crioterapia y termoterapia, palabras muy feas. Y la animación Flash, para echarse a temblar. La segunda, Una belleza nueva. Abro la página, pero no la entiendo y no me gusta. Soy un clásico y no me gustan las nuevas bellezas. Bueno, sí. Keira Knightley, la de Quiero ser como Beckham y Piratas del Caribe (1, 2 y 3). Pero ahora ya estoy en el bucle de la contradicción: quería indagar sobre la Belleza y, al final, hablo de chicas guapas. Muy típico. Y, después, otra entrada prometedora pero que asusta: un PDF titulado, ni más ni menos, La Ciencia como búsqueda de la Belleza, de Antonio Ruiz de Elvira, del Departamento de Física de la Universidad de Alcalá. Ahí va eso: ahora me veo en el trance de tener que leerlo, porque parece que todo esto iba en serio. Trata de conciliar la dicotomía ciencias-letras. No lo leo entero: empieza a poner a parir a Hegel nada más empezar y eso no se lo consiento. Así de arbitrario, pero es que creo que no entiende del todo al alemán, que es mucho filósofo. Para mí, desde luego, pero creo que todo el mundo.
Estoy escribiendo estas líneas un par de días después de haber iniciado el asunto. Pero las entradas van y vienen, y ya casi nada está en su sitio. Haced la prueba. Yo, lo juro, no lo vuelvo a intentar. Si quiero llegar a la Belleza en Internet, iré a lo seguro y buscaré cuadros de uno de mis pintores favoritos, Piet Mondrian, del cual, en otra ocasión, contaré una bonita historia. O dos, pero no pequeñas.
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